Álbumes en colaboración: Soledad Acosta y José María Samper
Se trata de dos álbumes escritos en colaboración entre ambos, uno del año 1855 que abarca los meses de su noviazgo formal y de la luna de miel (se casan el 5 de mayo de 1855) y otro elaborado durante los primeros años de matrimonio, con entradas que llegan hasta 1859. En su biografía de Soledad Acosta, Isabel Corpas hace referencia a los diarios personales que cada uno escribe como soporte narrativo y que son antecedentes y paralelos a estos registros (88-98), diarios que han sido publicados y que se encentran también en esta biblioteca digital. A diferencia de los álbumes, estos diarios se dejan de escribir, según Corpas, cuando la pareja contrae matrimonio.
En esta exhibición se incluye también un álbum dedicado a Soledad Acosta por su entonces prometido, compuesto entre 1854 y 1855, y el álbum de autógrafos o amistades perteneciente a José María Samper.
“El libro de los ensueños de amor: historia poética del bello ideal de la ventura”
El álbum, en este caso, es un objeto para la expresión privada de los sentimientos entre la pareja y en él se comparten poemas e ilustraciones de temática amorosa o personal. El libro adopta una doble retórica: la impuesta por los códigos del cortejo decimonónico y la dinámica regulada por el álbum de amistad, el cual la pareja completa en una primera etapa durante las visitas de José María Samper a Soledad Acosta. Este detalle de la producción material del libro impone asimismo su contenido: será el novio quien escriba poesías en tributo a su amada mientras que ella, como receptora de las visitas y contribuciones al álbum, es quien acompaña dichas dedicatorias con una amplia serie de ilustraciones alusivas (incluye también ilustraciones del prometido-marido). No hay textos de Soledad Acosta. El espacio para la escritura amorosa de la mujer queda reservado para su diario, como lo señala también Isabel Corpas. Al tratarse del soporte de una relación sentimental, el álbum se cierra a intervenciones de terceros, con excepción de la primera página en la que se incluye una dedicatoria firmada por M.P. y con el título de “A Pepe y Solita”.
En el poema “La pintura”, se plantea una relación estrecha entre letra e imagen, ya que los versos admiran a Soledad como dibujante mientras que ella lo ilustra con una imagen de la musa del arte, sostenida sobre un pilar en el que se inscriben los nombres de varios pintores de la cultura occidental, Rubens, Velázquez, Tiziano, Raphael, entre otros. El dibujo funciona, dentro del álbum, como un ejercicio de lectura e interpretación de la autora, gesto que sostiene en el resto de los álbumes. Por otra parte, dibujar y pintar en los álbumes era una forma de expresar cómo las mujeres entendían su feminidad, es una performance de lo femenino pero también de la clase social a la que pertenecen, ya que siempre se incluyen objetos o referencias (como las mencionadas sobre los pintores europeos) que indican el status de la persona.
Llaman la atención en “El libro de los ensueños” y en “El libro sagrado” (al que más adelante me referiré) las ilustraciones y poesías de tema botánico. No sólo los versos establecen paralelos entre la amada y las flores, sino que Soledad Acosta también demuestra un gran conocimiento botánico a la hora de dibujarlas. Esto refleja la educación recibida en el seno familiar, vinculado a las ciencias y la geografía, pero también el carácter recurrente de la botánica en los álbumes femeninos, que muchas veces incluían especímenes disecados a modo de herbario (pensemos, por ejemplo, en las colecciones de Emily Dickinson y el valor de las plantas en la educación sentimental victoriana para la mujer).
Los paisajes locales que el matrimonio dibuja (hay uno también de inspiración “orientalista” con la imagen del Mar Muerto en el segundo álbum, “El libro sagrado de Pepe y Solita”) están ligados a la memoria personal de cada uno, al pasado o a la infancia y a un presente que se piensa para la posteridad (en el caso de las casas y paisajes de Chapinero, el lugar donde pasan su luna de miel y, hoy barrio residencial de Bogotá). Esa misma idea del álbum pensado para el porvenir se evidencia asimismo en la inclusión de un índice de contenidos en la última página, una práctica que Soledad Acosta mantiene en cada uno de sus cuadernos aquí presentados.
En cuanto a la temática, abundan también las reflexiones sobre las actividades de una pareja de clase alta, ambos educados, donde el tiempo del ocio se dedica a las artes. Es decir que la escritura, tanto como el dibujo, refuerza el signo de clase de los participantes del álbum. Y el álbum es también una actividad de ocio más en la serie. El de los Acosta Samper es un amor unido por una estética y un ideal del saber y de las artes compartidos y regulados por las convenciones de su tiempo. Este primer álbum termina con el final de la luna de miel y una última entrada con el título de “Hace un mes”, marcando el paso del tiempo en esta primera etapa de la pareja.
“El libro sagrado de Pepe y Solita (tomo II)”
Esta es una encuadernación en cuero con la inscripción en letras doradas de la palabra “álbum”, a la usanza del siglo. El álbum se piensa como continuación del primero (“El libro de los ensueños”) y contiene entradas de poemas, narraciones (menos frecuentes en el álbum anterior) y dibujos hechos desde 1855 hasta 1859. Muchos se sitúan en Guaduas, lugar natal de Soledad Acosta y donde la pareja se conoce y vuelve por temporadas después de casados. La temática y lógica de este volumen es similar al anterior, pero se incluyen reflexiones más específicas sobre la vida matrimonial. Aparecen adicionalmente algunos textos de José María Samper firmados en viaje por varias ciudades de España y una serie de dibujos de Soledad Acosta en colores, al estilo de las acuarelas costumbristas, con espacios y tipos rurales colombianos y sin relación con los textos de su esposo. Es interesante que, aunque la etapa de cortejo ha finalizado y la pareja ya es un matrimonio consolidado, la dinámica del álbum continúa siendo la misma del álbum anterior: José María Samper domina el espacio de la escritura mientras que Soledad Acosta participa casi exclusivamente a través del dibujo.
“Pensamientos y recuerdos consagrados a la señorita-ángel Soledad Acosta”
Se trata de un álbum de cuero con otro detalle típico en el centro: un ramillete de flores y detalles en nácar. Es elaborado por José María Samper como declaración de amor a Soledad Acosta antes de huir de Bogotá a causa del golpe de Estado de 1854. Aunque Soledad Acosta no es la autora, se incluye aquí como muestra de otro uso particular de estos volúmenes en relación con el mundo femenino. Las páginas despliegan poesías, dibujos y pensamientos (narraciones) de José María Samper a la distancia e inspirados en los sentimientos hacia la amada.
Componer individualmente o recolectar material de otros artistas y escritores en un álbum para luego entregarlo como ofrenda de amor era una práctica usual entre las parejas decimonónicas. También existían los álbumes en tributo a figuras políticas, héroes militares o intelectuales destacados. En relación con las mujeres escritoras de Sudamérica, puede citarse el caso de la Palma literaria y artística, álbum otorgado en Buenos Aires a la escritora Juana Manuela Gorriti en reconocimiento de su trayectoria (1875) y que contiene entradas escritas por ciudadanos e intelectuales como Juan María Gutiérrez o Bartolomé Mitre.
Un caso similar al de “Pensamientos y recuerdos consagrados” es el que el pintor alemán Johann Moritz Rugendas entrega a su amante, la escritora chilena Carmen de Arriagada alrededor de 1850. Este finísimo objeto contiene retratos, tarjetas de visita, autógrafos, poemas dedicados a la mujer por figuras como Alberto Blest Gana y dibujos de paisajes y tipos autóctonos hechos por el propio Rugendas, entre otras intervenciones. Aunque los estudios históricos y literarios han reparado en el archivo epistolar que da cuenta de la relación entre ambas figuras, se han hecho escasas referencias a este otro modo de vincularse sentimentalmente a través de la escritura, la imagen y los objetos que el álbum pone en circulación.
En la escena del siglo XIX colombiano, uno de los escritores que reflexionó sobre el uso amoroso del álbum fue Juan Francisco Ortiz (1801-1875), impulsor de los cuadros de costumbres en la literatura nacional. En un relato titulado “El álbum de Mimí” (1852), Ortiz cuenta satíricamente la historia de una joven llamada Mimí, quien posee un lujoso álbum traído de Londres al que ha llenado de versos y dibujos insípidos o frívolos. El menosprecio o la nota irónica sobre la calidad literaria del álbum también fue frecuente entre las personalidades de la época, quienes se debatían entre participar de este objeto tan popular entre las jóvenes y así aumentar su fama y redes sociales, o juzgarlo de mala calidad y menor criterio selectivo. Al final del relato, Ortiz concluye y condena la falta de moral que él percibe en esta práctica:
“Si un álbum es para los amantes el repertorio de su ternura, ¿por qué no se intercalan a sus dulces recuerdos algunas reflecsiones, que corrijan la vanidad, algunas palabras que enciendan o que reanimen la llama de la virtud en los corazones de las vírjenes? Si el Álbum no ha de contener sino insípidos y menguados elojios de una hermosura que hoi es i mañana no, sostengo que el Álbum debe ponerse en el Indice de los libros prohibidos” (sic)
Mostrándose conscientes de la moda, pero asimismo de las críticas contemporáneas, los álbumes entre Acosta y Samper incluyen tanto alabanzas a la belleza femenina como la presentación de ideales cristianos, entre otros registros mencionados, con referencias al modelo de la Virgen María y Cristo.
Álbum de autógrafos de José María Samper
Este es un típico álbum de autógrafos encuadernado en color bordeaux y con letras y marco dorados que almacena firmas y dedicatorias de personalidades venezolanas en el paso de Samper por Caracas en 1875. El libro se abre con un texto del artista y empresario venezonalo Ildefonso Meserón y Aranda. Como en los casos anteriores, la existencia del volumen está delimitada a una experiencia concreta que se quiere registrar (noviazgo, luna de miel, viaje).
El álbum se erige aquí como elemento transnacional, que se traslada pero que también reúne nombres de personalidades de diverso origen. Igualmente se visibilizan las redes homosociales entre hombres. Mientras que los álbumes por o dedicados a mujeres contienen solicitudes y contribuciones de ambos géneros (sosteniendo aquí el binarismo de la época), este álbum masculino se delimita al contacto entre pares. El objeto se exhibe, consecuentemente, como signo de las desigualdades en las relaciones de género, que también se traducen en este ámbito de escritura y creación.