Introducción
¿Qué es un álbum?
El álbum, cuyos orígenes algunos estudiosos ubican tan temprano como en la Antigüedad Clásica,[1] es un objeto heterogéneo que tiene un rol fundamental en la cultura y sociabilidad femeninas del siglo XIX, tanto en Europa como en Latinoamérica. En nuestro continente, sin embargo, apenas comienza a recibir atención dentro de los estudios literarios, culturales y de género. Un típico álbum decimonónico consistía en un libro encuadernado con páginas en blanco que servía de repositorio de diversos objetos y escrituras coleccionables. En los álbumes, sus dueñas y dueños almacenaban firmas y manuscritos de amigos cercanos o que vivían a la distancia, piezas musicales, dibujos o poemas propios y ajenos—de amateurs o de poetas y dibujantes reconocidos y solicitados para esta tarea de escribir en álbumes—, traducciones y, con el correr de las décadas y los avances tecnológicos, se le fueron sumando fotografías, postales de espacios o personalidades visitados o emblemáticos y recortes de periódicos, entre otros elementos. Muchas ocasiones, también se le suman anotaciones propias sobre los objetos reunidos. Para las mujeres, el álbum fue una forma aceptable de relacionarse con la escritura, con otras mujeres y también con hombres, un espacio en donde autoformarse con el ejercicio de la lectura y/o el copiado de textos e imágenes y una forma de construir lazos alternativos, por fuera del circuito familiar. El álbum por ello puede ser analizado como fenómeno social, histórico y cultural, que arroja luz sobre nuestro entendimiento de las nociones de público y privado, las relaciones sociales, la práctica del coleccionismo y consumo de la cultura impresa, las dinámicas de género, las ideas en torno al arte y la literatura, así como también sobre la cultura visual y material del siglo XIX y comienzos del XX.
Los usos del álbum por parte de Soledad Acosta de Samper
Un uso popular del álbum entre mujeres y hombres del siglo XIX es en su formato de “álbum de amistad”. Es decir, el álbum usado para reunir dedicatorias (escritas o dibujadas) y firmas de amistades y contactos sociales. Aunque en esta muestra se incluye un álbum de este tipo perteneciente a José María Samper, no hay registro alguno de que Soledad Acosta de Samper poseyera uno similar. Podemos asumir, por su trayectoria y manejo de otro tipo de álbumes que veremos a continuación, que la escritora debió contar con algún volumen de estas características y que probablemente haya sido extraviado o no conservado entre su obra “relevante”. La amistad entre mujeres no era concebida con el carácter público y político de la amistad entre hombres (fraternidad) y mucho menos la escritura que éstas producían en circuitos íntimos y afectivos. Puede entonces que un álbum personal no haya sido valorado como objeto de archivo, un caso similar al ocurrido con su diario, encontrado hace menos de dos décadas entre manuscritos sin clasificar y reeditado gracias al trabajo de Carolina Alzate. Tampoco existen en abundancia álbumes personales o de amistad de mujeres entre los archivos latinoamericanos, pese a que sí hay registros de escritoras y escritores del siglo XIX participando en álbumes. Si revisamos las antologías poéticas del XIX, podremos notar un gran número de poesías tituladas “En un álbum” o “En el álbum de...” por parte de figuras como Ricardo Palma, Rafael Pombo, Andrés Bello, Carolina Freyre de Jaimes, Gertrudis Gómez de Avellaneda, entre muchos otros y otras.
Es preciso aclarar, sin embargo, que esta “ausencia” de un álbum de amistades propiamente dicho se suple, a lo largo de la carrera literaria de Soledad Acosta, con múltiples proyectos intelectuales en los que la autora despliega una “galería” o “álbum” de mujeres con las que comparte intereses profesionales, que admira o considera ejemplares para el desarrollo de la mujer. Entre ellos puede mencionarse La mujer en la sociedad moderna (1895), libro dedicado a la presentación de perfiles biográficos o “cuadros”, como ella los llama, de mujeres del siglo XIX, desde “la reina en su trono hasta la artista en su taller” (VII). El vínculo de la escritora con estas mujeres se puede pensar, entonces, como lazo o amistad transhistórica, profesional y didáctica.
Lo que aparece en la serie de esta exhibición es, sin embargo, un gran número de álbumes con múltiples usos y riquísimos significados que presentamos a continuación. Cada uno de ellos muestra a Soledad Acosta en diálogo con la estética y el material impreso de su tiempo, y conocedora de las convenciones sociales imperantes y formativas de la educación y sensibilidad femeninas. Por último, el manejo de materiales reunidos en estos volúmenes hace de Acosta de Samper una mujer con autonomía y autoridad sobre la palabra propia y ajena, a la que edita, corrige y clasifica con una lógica y asociaciones de lectura y trabajo manual absolutamente deliberados y personales. Esta exhibición se hace eco de la lógica coleccionista detrás de estos materiales y presenta esta serie de álbumes organizados en tres galerías principales.
[1] Leonardo Romero Tobar señala varias etapas en la vida del álbum e indica que algunos de sus predecesores serían, por ejemplo, la tabula en blanco en la que se inscribían los edictos del pretorio de la Roma antigua (album praetoris) y los libri amicorum, costumbre secularizada e introducida por los humanistas que consistía en reunir en un volumen manuscrito las dedicatorias de diversos autores a algún personaje conocido (9).