Álbumes con recortes de trabajos de su autoría, artículos y novelas

En la actualidad— de hecho, esta exhibición virtual es muestra de ello—estamos acostumbrados a la intervención sobre imágenes y textos o a asociarlos de manera no lineal ni homogénea en “memes”, GIFs, o con la utilización de Photoshop u otras aplicaciones que permiten el fotomontaje o la modificación de una imagen. En el siglo XIX y con otros medios y herramientas, ésta ya era una actividad corriente.

 

En la segunda galería de esta exhibición nos enfrentamos a otro sentido y significado al álbum, al que clasificaremos como “álbum de recortes”, popularizados sobre todo en la cultura anglosajona como scrapbooks. Los álbumes de recortes, similar a lo que haríamos hoy con una aplicación o software, reunían una serie de imágenes y textos de la cultura impresa ordenados arbitrariamente en las páginas en blanco del libro personal (aunque en algunos casos pueden ser colectivos). Se vuelve una actividad asidua alrededor de los 1850s, cuando la fotografía es más accesible. Este tipo de álbum es entonces un medio compuesto de otros medios: revistas, libros, dibujos, fotografías. La actividad de composición central consiste en quitar una pieza textual o visual de un contexto para colocarla y resignificarla en otro nuevo.

 

En el caso de los álbumes de recortes de Soledad Acosta de Samper existe un agregado al sentido de los mismos: son composiciones de collage realizadas con materiales ajenos y aplicados a material impreso propio, en especial artículos periodísticos y novelas aparecidas previamente por entregas en la prensa bogotana. Son numerosos los álbumes que se incluyen aquí, lo que revela que, para la autora, la actividad de recortar y pegar y armar collages era paralela a la de escritura, una actividad de creación que la conectaba con la esfera manual, artística y artesanal, a la vez en que podía funcionar como pasatiempo.

 

Sería imposible en la brevedad que exige este medio detallar el origen de las imágenes u ofrecer una lectura de cada uno de los collages, pero siguiendo el estudio de Carolina Alzate en su edición facsimilar de la novela Una holandesa en América, podemos decir que se trata de imágenes de fuentes locales y, sobre todo, extranjeras, a las que la mujer puede haber accedido a través de contactos o viajes, o que circularan en la vida cultural colombiana. Se pueden sugerir, sin embargo, varias líneas de lectura generales sobre estos álbumes de recortes. En primer lugar, se destaca la posición de Soledad Acosta como escritora meticulosa, que revisa y vuelve constantemente sobre su propia (y prolífica) obra. La autoridad de la mujer sobre su trabajo se despliega aquí en modos alternativos, ya que en las páginas del álbum se permite cuestionar lo impreso, asociarlo a imágenes de heterogénea procedencia y ordenarlo según su propio criterio (independiente de la mirada editorial que la publica en primer lugar). Por otra parte, el álbum de recortes muestra el amplio conocimiento y sensibilidad artística de la escritora, quien está al tanto de corrientes literarias y estéticas y de las publicaciones disponibles para componer y poner en diálogo a su obra con la cultura escrita y visual de su tiempo. A través de estas páginas, vemos la complejidad no sólo del acto de escritura, sino también de la propia subjetividad de Soledad como profesional, mujer, lectora y consumidora de los bienes impresos del siglo XIX. Por último, en un contexto como el del siglo XIX latinoamericano, con constantes y profundos cambios sociales, el álbum sitúa y conecta la obra propia en un espacio seguro, la conserva para la posteridad en caso de que nadie más lo haga. Fiel a su tiempo, Soledad Acosta adopta la lógica del “museo” o “galería” sobre la materialidad de su propia escritura.

 

Los álbumes incluidos en esta galería son:

Álbumes con recortes